31 Jul 2007

HISTORIA DE LOS ELEMENTOS UTILIZADOS PARA LA ESCRITURA

EL PAPIRO.

Se elaboraba de una planta que se desarrollaba de manera muy abundante en los sitios pantanosos del Nilo. Tiene largos tallos que llegan a medir de 2 a 3 metros de altura y se cosechaba para diversos usos. Pertenece a la familia de las ciperáceas y se llama “cyperus papyrus”.

Para preparar el papiro, los se abrían los tallos lateralmente para extraer tiras de la médula de la planta; luego se colocaban unas al lado de otras, se encolaban y dejaban que se secara al sol; de esta manera quedaba formada una primera capa. Sobre ella se pegaban en forma transversal otras tiras quedando conformada la superficie a escribir. Posteriormente se pulía con piedra para otorgarle elasticidad, se untaba con aceite de cedro y las láminas terminadas (papiro) eran enrolladas a una varilla de madera.

En el Antiguo Egipto, los escribas eran personas de gran influencia y prestigio. La tarea del escriba guardaba una gran importancia pues algunos soberanos no sabían leer ni escribir. Estos funcionarios tenían acceso a las informaciones más confidenciales y reservadas. Todos los actos de gobierno eran documentados y se archivaban de manera conveniente para su conservación.

Para los egipcios la escritura contenía un sentido místico; si el nombre de una persona era escrito sobre un objeto y si la escritura sufría algún tipo de destrucción, se creía que también disminuía la fuerza y/o el poder de su dueño, de ahí el sumo cuidado con que lo conservaban.

Los estudiantes (aspirantes a escribas) se iniciaban a la edad de los 9 años, y terminaban su instrucción  alrededor de los 16 años. Poseían también conocimiento sobre las matemáticas,  astronomía, botánica y otras ciencias. El régimen que debían soportar estos estudiantes era sumamente riguroso. Al finalizar los estudios debían demostrar los conocimientos alcanzados en un examen final.

En algunas oportunidades los escribas cumplían importantes funciones como representantes del estado, controlando e inventariando los bienes que pagaban tributo; en otros casos se los nombraba representantes diplomáticos. Pertenecían a un pequeño círculo social que transmitía su ciencia a sus miembros. Constituían la elite de la época, diferenciándose de quienes ejercían otras actividades como agricultores, albañiles, artesanos, etc. Junto con los sacerdotes, médicos y funcionarios pertenecían a la intelectualidad de esos tiempos.
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Los elementos que utilizaban estos escribas era una paleta de madera con cavidades para las pastillas de tinta, un estuche para los cálamos (varillas) y un recipiente para poder diluir la tinta (las había de colores). El cálamo era sumergido en el recipiente con tinta y aplicado sobre el papiro.

 

LA PLUMA.

El nacimiento y difusión del cristianismo aumentó la demanda de documentos religiosos escritos. A medida que se fue reduciendo el tamaño de la escritura fueron evolucionando los utensilios y las superficies correspondientes. Los libros en vitela o pergamino vinieron a sustituir a los rollos de papiro y la pluma de cálamo desplazó a la pluma de caña. Aunque los cálamos se pueden hacer con las plumas de las alas externas de cualquier ave, las más preciadas eran las de pato, cisne, cuervo y (más tarde) pavo. Las primeras alusiones a las plumas de cálamos (siglo VI d.C.) proceden del teólogo español San Isidoro de Sevilla; este objeto fue la principal herramienta de escritura durante casi 1.300 años.

Para fabricar un cálamo, primero hay que endurecer la pluma de ave mediante calor o disecación. El cálamo endurecido se corta entonces en bisel con un cortaplumas especial.

El escritor se veía obligado a cortar el cálamo frecuentemente a fin de mantener la punta biselada. Hacia finales del siglo XVIII, el ancho de la punta fue disminuyendo al tiempo que aumentaba la longitud de la hendidura, creando una punta flexible capaz de escribir trazos gruesos y finos según se apretara con la punta e independiente del ángulo con que se escribiera.

Aunque tal vez los romanos conocieran ya las plumas de bronce, la referencia más antigua a las "plumas bronceadas" data de 1465. El calígrafo español del siglo XVI Juan de Yciar menciona las plumas bronceadas para escritos de gran extensión en su manual de escritura de 1548, pero su uso no se difundió hasta principios del siglo XIX. La primera pluma patentada de acero la construyó el ingeniero inglés Bryan Donkin en 1803. Los principales fabricantes ingleses de plumas del siglo pasado fueron William Joseph Gillot, William Mitchell y James Stephen Perry. La pluma de cálamo cayó rápidamente en desuso a lo largo del siglo XIX, sobre todo después de la implantación de la enseñanza pública gratuita para los niños; se ponía mayor énfasis en la enseñanza de la escritura que en la del arte de cortar los cálamos.

En 1884 Lewis Waterman, un agente de seguros de Nueva York, patentó la primera pluma estilográfica con depósito de tinta. Waterman inventó un mecanismo que suministraba tinta a la punta del plumín por capilaridad, haciendo que la tinta fluyese de forma uniforme al tiempo que se escribía. En los años 20, la pluma estilográfica ya se había convertido en el principal instrumento para escribir en Occidente y continuó siéndolo hasta la aparición del bolígrafo después de la II Guerra Mundial.

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LA TINTA.

Tuvo su origen en China en el tercer milenio a. C. En su comienzo se asemejaba a un barniz el cual era aplicado sobre tablillas de cera; más adelante se elaboró con el agregado de hollín. Esta elaboración mejoró con la incorporación de negro de humo mezclado con cola. Algunos fabricantes lograron obtener un color pardo añadiendo sepia (material proveniente de la jibia, molusco parecido al calamar).

 

En Roma el hollín provenía de los hornos y de las estufas de los baños y se usaba para la elaboración de tinta incorporado con goma y vino carbonizado. Los egipcios utilizaban tinta roja que era el resultado de la mezcla de diversas sustancias orgánicas e inorgánicas. En Italia la mezcla con oro permitió la escritura con letras doradas que hacían destacados los trabajos copiados. En el oriente los gobernantes firmaban los documentos con tintas de color rojo; ésta era una manera de destacarse.

Fue recién en el siglo XIX que Leonhardi crea la tinta alizárica, que lleva este nombre por haberse agregado en su preparación la alizarina (materia colorante extraída de la granza) También se le agregó el ácido clorhídrico.

Hoy en día existen tintas según su destino: indelebles, escolares, para imprenta, dibujo, estilográficas, computadoras, etc.

 

EL LÁPIZ.

Se sabe que en Roma se utilizaba un pequeño disco de plomo que se denominaba “plumbum” para escribir los pergaminos.

En Inglaterra, en la ciudad de Cumberland, unos obreros que trabajaban en una cantera hallaron una sustancia negra de aspecto metálico; se la llamó plombagina o grafito. En el año 1600 los británicos tuvieron la idea de fabricar cilindros encerrando el grafito en fundas de maderas, y estos fueron los primeros lápices que se conocieron.

En 1795 el francés Conté elaboró la plombagina artificial; utilizó una mezcla de arcilla purificada y grafito. Este polvo se transformó en una pasta homogénea que envasó en moldes de madera.

Hoy en día existen lápices de diversas durezas, según su empleo. Los hay de mina duros, blandos, para dibujo, para copiado, de colores, etc.

 

EL PAPEL.

El papel ha facilitado la comunicación escrita. Su nombre ha sido tomado de su antecesor, el papiro. Los griegos y los romanos ya lo confeccionaban con los elementos de la época.

Se tiene conocimiento que en el año 200 a. C. los chinos preparaban la pasta de papel mediante los deshilachados de trapos juntamente con molienda de bambú y agua; este procedimiento fue empleado por otros pueblos, entre ellos los árabes que fueron quienes lo introdujeron luego al continente europeo.

El papel fabricado con trapos de lino reemplazó de manera rápida a los pergaminos; estos últimos se producían obteniendo láminas  de piel de algunos animales, las que se estiraban y secaban. Indudablemente la confección del papel permitió abaratar los costos y este método permitió que en la ciudad de Damasco, en el 710 a. C. se fabricara un papel de excelente calidad.

Los fabricantes árabes poseían el gran secreto del encolado, lo que permitió mejorar el producto. En el siglo IX en España se preparaba pasta de papel agregándose trapos de algodón, pero el de lino era de mejor calidad. Con el correr del tiempo (siglos) la fabricación del papel fue perfeccionándose y se crearon industrias en Alemania, Italia, Dinamarca, Francia, Suecia e Inglaterra.

En sus comienzos la industrialización se realizaba de forma manual y con lentitud, especialmente para poder separar las fibras de los trapos que se procesaban como materia prima básica. La mezcla de trapos se hervía con agua y cal y se colaba; luego se golpeaba, se estiraba y por último se dejaba secar. En la elaboración intervenía toda la familia, hasta los niños de corta edad.

Los holandeses hicieron grandes mejoras en la confección del papel pues desarrollaron máquinas conocidas como “pilas holandesas”. Agregaron cloro a la preparación, lo que permitió el blanqueado de la pasta, obteniéndose así un papel más blanco que hasta ese momento no se había podido lograr.

Como la demanda del papel aumentó notablemente, se procuraron nuevos recursos de materias primas con la finalidad de reemplazar el uso de fibras provenientes de trapos. Se recurrió entonces a fuentes de celulosa vegetal; la fibra de madera comenzó a emplearse en el año l845; unos años después se obtiene la “celulosa”. En la actualidad es la materia prima más usada para la industria del papel en el mundo.

 

LA TIPOGRAFIA.

Antes de la invención de la imprenta de caracteres móviles, se efectuaban algunas reproducciones de dibujos o de palabras. En el siglo III se tallaban en madera los llamados “timbres” para imprimir imágenes que ilustraban los manuscritos. Con el tiempo y el uso estas maderas se deformaban y quedaban inutilizables; fue por ello que se prepararon punzones metálicos los que llevaban en relieve los caracteres a imprimir.

Se preparaba una matriz de arcilla grabando cada página; sobre ésta se colaba una aleación de plomo y estaño en estado líquido. Así quedaba conformada una página en relieve, posteriormente se estampaba, previo entintamiento sobre el papel.

La impresión obtenida sobre la hoja tenía una deficiente nitidez, resultando de baja calidad. Este sistema era utilizado antes de la invención de Gutenberg, quien solucionó la dificultad, acuñando cada letra en forma separada.

 

LA IMPRENTA.

Fue creada por un orfebre alemán llamado Johannes Gutenberg (1397 – 1468). La imprenta sufrió una serie de modificaciones antes de llegar al máximo desarrollo para esa época. Los primeros libros impresos en que se utilizó la prensa de tipos móviles reciben el nombre de “incunables” (del latín incunábula cuna). Al comienzo no tenían portada y era el título de la obra lo que encabezaba el libro. Fue en el siglo XVI donde apareció la tapa de manera independiente del texto.

Los libros impresos al comienzo trataban temas religiosos; existía la censura y el poder gobernante era quien autorizaba o no la publicación.

 

EL BOLIGRAFO.

Ya en el siglo XIX se habían realizado algunos intentos de fabricación de una pluma que tuviera un rodamiento en su punta, pero no fue hasta 1938 cuando el inventor húngaro Georg Biro inventó una tinta viscosa y oleaginosa que servía para este tipo de plumas.

Los primeros bolígrafos no escribían nada bien; solían patinar y la tinta oleaginosa, que se secaba muy lentamente, se emborronaba con facilidad. Pero el bolígrafo tenía ciertas ventajas sobre la pluma estilográfica: la tinta era impermeable y casi indeleble; podía escribir sobre superficies muy diferentes y se podía mantener en cualquier posición durante la escritura; la presión que había que aplicar para que fluyese la tinta era perfecta para hacer copias con papel carbón. Se fue mejorando la composición de la tinta para que resultara más fluida y secase antes, y el bolígrafo no tardó en desplazar a la pluma estilográfica como utensilio universal para escribir.

 

 Prof. Ana María Occhipinti

 

Bibliografía:

“Grafología General I” de Pedro Foglia

“Pequeño Larousse ilustrado”

“Historia del alfabeto” de A. C. Moorhouse

“Enciclopedia Encarta” de Microsoft Corporation

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